Veinte años a Chabán y absuelven a Callejeros
Por Carlos Galvàn.
Como expresión de deseos, terminó siendo algo ingenua. "Esperemos que la audiencia transcurra en paz", dijo el juez Marcelo Álvero un instante antes de comenzar la lectura de la sentencia contra los 15 acusados por la tragedia de Cromañón. En su carácter de presidente del Tribunal, Álvero ya podía presentir que muchos familiares de las víctimas quedarían disconformes con el fallo. Es que el Tribunal, y de manera unánime, absolvió a nueve de los imputados: la banda Callejeros en pleno, el comisario Miguel Angel Belay y el ex funcionario Gustavo Torres. Los jueces sí condenaron a Omar Chabán (20 años), al ex mánager de Callejeros (18 años) y al subcomisario Carlos Díaz (18 años). A los tres se les aplicaron las mismas figuras penales: incendio doloso y pago de coimas (en el caso del policía de haberlas cobrado).
También fueron considerados culpables el ex mano derecha de Chabán, Raúl Villarreal (por pago de coimas, 1 año de prisión en suspenso y la obligación de hacer tareas comunitarias) y las ex funcionarias de la Ciudad Fabiana Fiszbin y Ana María Hernández (2 años a ambas de cárcel de cumplimiento efectivo, una vez que el fallo quede firme, por incumplimiento de los deberes de funcionario público).
La lectura de la sentencia comenzó con las penas más elevadas. Primero fue Chabán y luego se siguió con Argañaraz y Díaz. En la planta baja de la sala de audiencias los familiares de víctimas lloraban conformes. Todo cambió un instante después, cuando Alvero leyó las absoluciones de Callejeros y Torres y las penas, calificadas de "irrisorias", de Villarreal, Fiszbin y Fernández.
El primer grito que retumbó en la sala fue de un padre: "Callejeros la concha de tu madre". "Basuras", agregó otro. Ahí, desde el primer piso de la sala de audiencias, donde estaban los familiares de los músicos, alguien arrojó unos panfletos impresos en papel amarillo y con la consigna "Basta de culpar a Callejeros".
Los familiares que estaban abajo lo tomaron como una provocación. El primero que reaccionó fue Leonardo Chaparro, padre de David, un adolescente que murió en el desastre. Alto, fuerte, embistió con la fuerza de una locomotora hacia la mampara de vidrio que divide la sala de audiencias: para frenarlo fueron necesarios 8 policías. Del otro lado del vidrio, estaban todos los Callejeros. La audiencia debió suspenderse. Afuera también hubo incidentes. Los familiares que estaban en los alrededores de Tribunales intentaron entrar por la fuerza y fueron reprimidos por la Policía. A unos metros de allí, en Plaza Lavalle, los seguidores de Callejeros celebraron el fallo.
Chabán fue el primero en salir de la sala. Estaba justo al lado de la puerta de entrada: tan nervioso estaba que por primera vez en el juicio no quiso sentarse. Lucía un vendaje en la frente por un corte que se hizo cuando se llevó un vidrio por delante, la semana pasada, en la casa de su hermana. Había llegado temprano a Tribunales con tres bolsas repletas de libros que pensaba llevarse a la cárcel: temía que lo condenaran y que se ordenara su inmediata detención. Cuando se subió al auto de Guillermo Silva, el amigo que se lo llevó de Tribunales, le comentó: "Para los jueces yo me junté con Argañaraz y Díaz para matar a 193 personas".
La audiencia se reinició una hora más tarde. De los imputados solo regresaron el absuelto comisario Belay (entró sonriente) y Villarreal. En desacuerdo con el fallo, los abogados querellantes José Iglesias y Beatriz Campos no volvieron más. También mostraron su rechazo a la sentencia todos los familiares que estaban en la planta baja de la sala. Cuando el juez Alvero retomó la lectura del fallo, todos los padres se pusieron de espalda al Tribunal y con las fotos de sus hijos en alto. Luego corearon "los chicos de Cromañón, presente" y se fueron insultando a los jueces. De ese lado de la mampara solo quedaron policías y periodistas.
En la página 2.499 del fallo (tiene en total 2.511) los jueces escribieron: "Las sentencias no pueden ser sometidas a comicios ni los jueces ganar popularidad para acceder y permanecer en sus cargos. O sea, que el juez no se debe a la mayoría, ni su función tiene por qué satisfacerla".
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